Durante el Cruïlla conocimos una serie de episodios que generaron una profunda repulsión dentro del equipo. No es un tema sencillo ni agradable de explicar, pero creemos que tenemos que hacerlo sin ambigüedades y tomar posición como festival.
Ya hemos declarado nuestra intención de rechazar la violencia machista con un rol activo y ahora es el momento de no callar.
Queremos hacer saber que, durante uno de los conciertos, un vendedor de cervezas tuvo una actitud agresiva y unos comentarios machistas con una mujer. Ella lo denunció y el hombre, identificado por la organización, fue expulsado del recinto.
Por otro lado, durante el concierto de Bunbury se produjo una agresión que fue denunciada posteriormente por la víctima, y que también ha aparecido en redes sociales. En este caso no pudimos identificar el agresor. Evidentemente, en caso de haberlo conseguido no habríamos dudado en actuar del mismo modo.
Estos son solo dos de los casos de los que tenemos constancia, pero seguramente habrá más, unos más evidentes y otras más “invisibles”. Por ello, debemos que seguir trabajando juntas para mejorar los protocolos de actuación en entornos de ocio nocturno. Para que los festivales sean espacios seguros donde todo el mundo sea igualmente libre.
El Cruïlla se adhirió al protocolo No Callem para visibilizar y dar respuesta a cualquier agresión, abuso o acoso sexual. Queda mucho camino por recorrer, pero seguiremos trabajando en esta línea.