Te voy a contar una historia.
Quien dijo eso de “para gustos, colores” no conocía a mi grupo de amigos. Sandra está todo el día escuchando reggae y tiene una bandera gigante con la cara de Bob Marley. A Edu le chifla el indie rock en español: ya sabes, Vetusta Morla, Bunbury, Love of Lesbian. Edu a veces se entiende con Sergio, porque a Sergio le mola el folk, rollo Damien Rice. Pero, a la vez, es irreconciliable con Sofía, porque a Sofía lo que le gusta es la electrónica tropical y la fiesta en general. Y yo… a mí me va el hip hop.
Imaginad a estas cinco personas en un coche, peleando por cambiar la música. Ahora imaginadlas en un festival de música. Sí, es prácticamente lo mismo.
Era 2015 y compré la entrada para el Festival Cruïlla en cuanto vi que actuaba Kendrick Lamar. Acababa de sacar uno de los mejores discos de rap de la historia, habría sido un pecado perdérselo.
Estaba tan emocionado que lo publiqué en Instagram. Al poco tiempo, cuatro colegas ya habían comentado mi foto. Ellos también tenían entrada para el Cruïlla. En ese momento, nos imaginé a los cinco vibrando con Kendrick. No me di cuenta de que esos amigos no eran otros que Sandra, Edu, Sergio y Sofía.
Cuando vas a un festival, lo primero que tienes que hacer es trazar una ruta con todos los grupos que quieres ver. Ya te imaginarás que nuestras rutas no podrían haber sido más diferentes. En cuanto pasamos la puerta del festival, cada uno salió disparado en direcciones distintas.
Entre concierto y concierto, nos entraba el hambre y nos encontrábamos todos en la zona de los foodtrucks. Entonces, todos intentaban convencer a los demás de que el siguiente concierto sería espectacular. Seguramente tenían razón, pero nadie quería perderse ninguno de los artistas que tenía apuntados en su lista.
Nos volvimos a encontrar todos en el cierre. Eran las 5 de la mañana y estábamos agotados. Aun así, Edu y Sergio iban cantando canciones de Jamie Cullum y Sofía no paraba de repetir “lo que os habéis perdido, cabrones”. Yo me lo había pasado tan bien que no oía nada de lo que decían los demás.
Después de aquel día de verano, no nos hemos vuelto a ver. Edu y Sandra se marcharon a vivir fuera. Sergio tuvo un hijo. Sofía trabaja por las noches y apenas tiene tiempo libre.
Ayer vi el cartel del Cruïlla de este año. Compré la entrada porque quiero ver a Prophets of Rage, el supergrupo de Rage Against the Machine, Cypress Hill y Public Enemy. Estaba bastante emocionado, pero esta vez no sabía con quién compartirlo. Tampoco sabía muy bien quién iría conmigo al festival.
Hoy me ha llamado Sofía. Me ha dicho que ha hablado con los demás, y que van a estar a mi lado en el concierto de Prophets of Rage. Después, iremos todos con Edu a ver Bunbury e Izal, y también acompañaremos a Sandra en el concierto de Damian Marley. Por supuesto, estaremos con Sergio en Ben Howard pero, cito textualmente, “solo si me prometéis que acabaremos todos bailando con Bomba Estéreo y Pharrell Williams, cabrones”, me ha dicho Sofía.
Trato hecho, amigos.
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